Durante muchos años, los intentos por desarrollar un sistema
telefónico seguro se han saldado con, a lo sumo, un éxito
parcial. Ya durante la Segunda Guerra Mundial, los servicios de
inteligencia alemanes lograron descifrar diversas llamadas entre
Roosevelt y Churchill efectuadas a través de teléfonos
supuestamente seguros. El problema ha consistido siempre en que
los protocolos de cifrado actuales no funcionan en señales
analógicas. Distorsionar una señal de voz de forma que no pueda
ser entendida resulta muy difícil, ya que el oído humano tiene
una gran capacidad para filtrar y corregir información
defectuosa. Por eso, el famoso “teléfono rojo” no
era en realidad un teléfono, sino una especie de línea de télex
cifrada.
.....

Con el paso a la telefonía digital se hizo posible utilizar
diversos algoritmos de cifrado y autenticación, incrementando la
seguridad hasta niveles casi impenetrable. El Gobierno de
Estados Unidos desarrolló toda una red de teléfonos seguros. La
Agencia de Seguridad Nacional (NSA) norteamericana desarrolló el
chip Clipper, que insertado en unidades telefónicas especiales
permitía cifrar comunicaciones digitales de voz. Versiones más
sofisticadas podrían incluso permitir la protección de
videoconferencias. Todo se reduce a cifrar unos y ceros.

En lo que respecta al usuario medio, por otro lado, <a
href="http://www.ugr.es/~aquiran/cripto/informes/info026.htm">la
seguridad de las comunicaciones telefónicas</a> sencillamente no
existe. Nuestras conversaciones se transmiten “en
claro”, sin ningún tipo de cifrado. Solamente en la
telefonía GSM existe cierto tipo de protección débil, que no
aguanta un ataque en regla, como saben muy bien las agencias de
inteligencia (ver La seguridad de los teléfonos móviles). Por
ello, existen en el mercado diversos tipos de
“secráfonos” más o menos desarrollados. Y, por
supuesto, ningún presidente usaría un móvil corriente, a menos
que no le importe ver reproducidas sus llamadas en los
periódicos al día siguiente.

Pero el uso de teléfonos seguros para comunicaciones de alto
nivel se impone en las cúpulas militares, políticas y
económicas. Precisamente ahora se revele que La Moncloa dispone
de un <a
href="http://www.libertaddigital.com/./noticias/noticia_1275754323.html">sistema
secrafónico</a> para poder mantener videoconferencias con, por
ejemplo, el presidente Bush. Lo que, por otro lado, no es
casualidad. Por un lado, permite proyectar la imagen de unidad y
proximidad entre los integrantes del eje anti-Sadam. Por otro,
avisa a sus principales adversarios de que no podrán hacer con
ellos lo que Estados Unidos ha hecho con los integrantes del
Consejo de Seguridad, es decir, pinchar sus comunicaciones. No
hay que olvidar que, tras la anglosajona, la red francesa de
interceptaciones es la más extensa del mundo, y los alemanes
tampoco son tontos en este campo.

Sin embargo, Aznar y sus contertulios telefónicos harían bien en
recordar que, en el campo de la telefonía, la seguridad a menudo
es una ilusión. El nuevo sistema secrafónico seguramente será lo
último en protección criptográfica, con algoritmos bien probados
y sistemas de intercambio de claves a toda prueba. También lo
pensaba Churchill cuando conversaba tranquilamente con Roosevelt
por secráfono, y todavía se están evaluando las consecuencias de
sus indiscreciones en el frente italiano. El chip telefónico
Clipper fue analizado y su algoritmo de cifrado resultó tener
debilidades, a pesar de haber sido diseñado y probado a
conciencia por el mayor contratista de criptólogos del mundo.
Cuando Bush y Aznar se sienten a videoconferenciar pueden
hacerlo con la tranquilidad de que Sadam Hussein no podrá
escucharles. En cuanto al eje francoalemán, eso es harina de
otro costal.