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En http://www.ucm.es/info/solidarios/ccs/articulos/salud/malnutricion_obesidad.htm se comenta uno de los problemas de la sociedad actual.

Malnutrición y obesidad, las dos caras de la misma moneda
Análisis del último informe de la FAO sobre los problemas de la alimentación en el mundo.

Nuestro planeta produce alimentos en cantidad suficiente para toda la población. El problema del hambre en el mundo se reduce a una mala distribución de la comida. Estas dos afirmaciones no son un deseo, sino una realidad corroborada por la FAO. Pero esa misma mala distribución que hace que gran parte de la humanidad esté subalimentada está llevando a un número creciente de personas a una enfermedad potencialmente peligrosa: la obesidad. "Ya sabíamos que el mundo producía suficientes alimentos para todos -afirma Barbara Burlingame, Oficial Superior del Grupo de Estimación y Evaluación de las Repercusiones de la Nutrición de la FAO-. Desafortunadamente, los alimentos no siempre llegan a quienes más los necesitan".

La obesidad lleva aparejada una mayor presencia de enfermedades crónicas como la diabetes, enfermedades del corazón y cáncer. Dándose el caso de que algunas personas de los países más empobrecidos están sobradas de peso, eso no implica que estén bien alimentadas. La obesidad a menudo encubre deficiencias de vitaminas y minerales tanto en los países pobres como en los más ricos. "Consideramos la obesidad un problema importante que necesita tratarse, a la vez que el problema de la subalimentación", explica Prakash Shetty, Jefe del Servicio de Planificación, Estimación y Evaluación de la Nutrición de la FAO. Esta afirmación habría sido considerada una broma hace unos años, cuando el empeño en eliminar el hambre del mundo era tan grande que cualquier pensamiento en evitar los males derivados de la sobrealimentación parecía una pérdida de tiempo. Pero en la actualidad todos los países encaran la malnutrición y la obesidad como dos caras de la misma moneda, ambas evitables y costosas en salud y vidas humanas.

De los 815 millones de personas que padecen hambre en el mundo, 780 millones están en los países menos desarrollados, pero los datos presentados por el Worldwatch Institute pusieron en entredicho el pensamiento clásico: por primera vez en la historia, el número de personas sobrealimentadas en el mundo iguala la cifra de las subalimentadas. Los países en vías desarrollo han engrosado las filas de los países que afrontan el problema de la obesidad. En Togo, donde casi el 10% de la población presenta un peso inferior al normal, cuenta con casi un 20 % de habitantes con exceso de peso. Igual que en Ghana, con unos porcentajes del 20% en ambos casos.

En todas las regiones, la obesidad parece crecer conforme aumentan los ingresos. La población acostumbrada a vivir en medios rurales, en los que se realizan trabajos físicos muy duros y la base de la alimentación está en la verdura, los cereales y las legumbres, se mantiene apartada del problema de la acumulación de grasas. La población asentada en las ciudades adopta el estilo de vida sedentario y la "comida basura" importada de los países que representan la modernidad y el progreso. En China, el número de personas sobrealimentadas aumentó desde casi el 10% al 15% en tres años. En Brasil y Colombia, la cifra es de alrededor del 40%, nivel comparable con el de diversos países europeos. Incluso en el África subsahariana la obesidad está aumentando, sobre todo entre la población urbana femenina.


Entre las enfermedades que la obesidad agrava o causa directamente está la diabetes, diversos tipos de cáncer, los problemas cardiovasculares y circulatorios, dado el aumento de grasas saturadas y azúcar, y la desaparición de la fibra dietética. También el aumento de masa corporal que impide el ejercicio obliga a los obesos a un sedentarismo poco saludable. Y aunque desde antiguo se identificaba la ingesta de un exceso de calorías con una buena nutrición, hoy se sabe que esto no es así. Las dietas hipercalóricas suelen llevar a una escasez de vitaminas y minerales como consecuencia de la disminución o eliminación de frutas y verduras de la dieta. Y esta escasez de micronutrientes produce también enfermedades y falta de salud. Tanto la deficiencia como el exceso acortan la esperanza de vida y disminuyen los niveles de productividad, lo que, para un país que desea salir del subdesarrollo y sólo puede conseguirlo mediante el incremento de su fuerza de trabajo, es económicamente desastroso.

La capacidad de información en los países empobrecidos es limitada. Los responsables de elaborar las políticas sanitarias no pueden acceder a los datos necesarios para valorar en su justa medida el peligro del aumento de la obesidad y de las enfermedades crónicas asociadas. Hay que contar con que la idea, equivocada, de que la obesidad es un problema que sólo incumbe a los países ricos puede estar retrasando la investigación y la toma de decisiones. La primera medida para solucionar un problema es aceptar su existencia, también en algunos países pobres.

Cualquier política sanitaria pública que desee ser económica debería promover la buena nutrición y la actividad física a través de campañas dirigidas a toda la población. Se trata de consumir alimentos más sanos y no sólo más abundantes.

Saludos