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En “El País” (2 de junio de 2002) se habla de La plaga de las alergias.
El 21,3% de los españoles las sufren y su aumento se asocia con un exceso de higiene

Más de una quinta parte de los españoles son alérgicos a algo y, según los datos de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC), esa tendencia va en aumento. El panorama empieza a ser preocupante: los últimos estudios revelan que dentro de 13 años la mitad de la población padecerá esta enfermedad: 'Se prevé que en el año 2015, el 50% de los españoles habrán sufrido algún problema alérgico', recoge el último Libro Blanco de la SEAIC. Afecta ya a 7.720.000 personas, es decir, un 21,3% de la población española es alérgica, según los datos correspondientes a este mismo año. Eso supone un incremento de más de tres puntos con respecto a 2000, cuando las estadísticas recogían que esta enfermedad la padecían un 18% de los españoles. ¿Qué está pasando?

Los aproximadamente 650 alergólogos que hay en España dedican actualmente gran parte de sus esfuerzos a averiguar qué hay en el origen de estos trastornos y del incremento de su prevalencia. No en vano, el congreso que se celebrará en Madrid del 28 de octubre al 2 de noviembre próximos lleva ese lema: '¿Por qué aumenta la prevalencia de la alergia?'. La presidenta de la SEAIC y jefa del servicio de alergias del hospital Clínico de Madrid, Consuelo Martínez Cócera, va aún más lejos y plantea si 'no serán las enfermedades alérgicas la epidemia del siglo XXI'.

Sorprendentemente, aunque hay varias teorías, una de las principales explicaciones a este fenómeno es la que tiene que ver con la higiene. 'Nuestro sistema inmune está preparado para luchar, pero no encuentra con quién', explica el doctor Tomás Chivato, miembro del Comité de Aerobiología y responsable del servicio de alergias del hospital Universitario del Aire. 'Las sociedades occidentales desarrolladas están casi esterilizadas. Y no es que eso sea malo, simplemente no hay microbios, ni gérmenes, ni parásitos, ni sustancias extrañas a las que el organismo se vea obligado a hacer frente. La consecuencia, según esta teoría higiénica, es que el organismo reacciona contra un elemento de su entorno natural, en principio, inocuo', agrega.

Ese comportamiento es el que da nombre a la enfermedad: 'alergia', que quiere decir 'daño fuera de lugar' y fue diagnosticada por primera vez hace menos de un siglo, en 1906. Se trata, por tanto, de una enfermedad moderna y asociada a las sociedades desarrolladas, en las que el nivel de vida determina el contacto con unas sustancias y no con otras muchas. De ahí que el número de elementos potencialmente alérgicos -técnicamente, 'alergenos': el polvo, el polen, el látex, algunos metales, algunos animales, algunos alimentos y frutas tropicales...- también aumente, al tiempo que se cambian los modos de vida. Todos ellos son elementos que han pasado a formar parte de nuestra vida cotidiana y que antes se encontraban fuera de ella o, simplemente, más alejados.

'No hay niños alérgicos en las sociedades de países subdesarrollados africanos, por ejemplo', dice la doctora Martínez Cócera. 'El sistema inmune de esos niños está trabajando a tope porque tiene que luchar contra multitud de sustancias nocivas que ingieren y con las que entran en contacto por el ambiente en el que viven: aguas contaminadas, alimentos en mal estado... Las células de su sistema inmunológico tienen elementos de sobra contra los que enfrentarse, al contrario que en las sociedades occidentales'.

Aun siendo ésta la explicación más reiterada por los especialistas sobre la actuación del sistema defensivo humano, lo que resulta todavía inexplicable es el comienzo de la patología: qué es lo que desencadena, en un momento determinado, la enfermedad; por qué hay un antes (sin alergia) y un después (con ella).

'Uno no nace alérgico, uno se hace alérgico', señala el doctor Moisés Sánchez Cano, jefe del servicio de alergia del hospital Ramón y Cajal de Madrid. 'El organismo tiene que contactar con la sustancia varias veces para hacerse sensible a ella. Existe, de antemano, una predisposición genética ya que se transmite la capacidad de ser alérgico -si ambos padres son alérgicos, el hijo tiene un 75% de posibilidades de serlo; si sólo lo es la madre, se reducen las posibilidades al 50%; y si no lo es ninguno de los ascendentes directos, las posibilidades son del 20%, según los datos estadísiticos del Libro Blanco de la SEAIC-, sin embargo, sigue siendo un misterio el porqué unas personas desarrollan la enfermedad y otras no. Se cree que tiene que ver también con el tiempo de exposición a la sustancia y la cantidad de la misma a la que uno se expone', añade.

Además existen edades hipersensibles: la mayoría de las personas alérgicas desarrollan la enfermedad a edades tempranas (antes de los 20 años), normalmente porque han sufrido alguna infección vírica previa que les ha dejado sensibilizados. Curiosamente, se dan más casos en las ciudades que en las zonas rurales, porque el polen de las zonas industrializadas está desnaturalizado, debido a la contaminación y a las partículas de diesel que se adhieren a él, y es más agresivo. También se sabe que el que se hace alérgico a una sustancia tiene más posibilidades de reaccionar ante otras muchas.

Un tratamiento adecuado depende de un diagnóstico correcto. Los estudios reflejan que un 16,2% de los alérgicos no ha sido diagnosticados por el médico y gran parte de ellos se automedican de forma sistemática. 'Muchas veces es puro desconocimiento', dice el doctor Chivato. 'Las pruebas de diagnóstico son relativamente sencillas y rápidas en el caso de las alergias más comunes, como la del polen'.

En este caso, por ejemplo, que es el más común por afectar a más de un 10% de la población (véase gráfico) y que puede evolucionar a enfermedades graves como el asma, existen dos clases de tratamientos: el sintomático, que trata de paliar la expresión de la enfermedad (estornudos, picor de ojos y de garganta, lagrimeo, obstrucción nasal...) con fármacos como los antihistamínicos, que deben su nombre a la histamina, la sustancia que segrega el organismo para defenderse y que provoca todos esos síntomas. Y luego está la inmunoterapia, que intenta erradicar la alergia mediante vacunas. Esta última, aún cuando sea más lenta (tarda entre tres y cinco años en lograr su objetivo), es la más efectiva, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Pero nada va a ser tan eficaz como los llamados métodos de evitación, que consisten simplemente en evitar el contacto con la sustancia que provoca la alergia, una vez que ha sido detectada.

En todo caso, la cuestión no es baladí: el gasto sanitario anual en España de alergia supera los 600 millones de euros y, el impacto en la vida laboral de quienes la padecen, supone un coste económico cercano a los 100 millones de euros. Son muchos los que creen que la solución definitiva a esta plaga, pasa por encontrar el gen o genes que determinan la capacidad de hacerse alérgico para neutralizarlo. Mientras tanto, las recomendaciones son un buen diagnóstico médico y un buen tratamiento sintomático y preventivo.

Saludos