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En “La Vanguardia” (http://www.lavanguardia.es/web/20020418/23479270.html ) se analiza Una casa sin cables (de red).

Las empresas descubrieron hace años las ventajas de las redes para conectar estaciones de trabajo y compartir recursos entre ellas, pero el siempre difícil cableado de los entornos domésticos constituye el principal obstáculo para disfrutar en casa de las mismas ventajas que en una oficina.

Afortunadamente, la situación está cambiando, gracias a la popularización de las redes sin cable (o inalámbricas) basadas en la norma IEEE 802.11b. He tenido ocasión de comprobar lo práctica que resulta esta tecnología, comercializada bajo la denominación Wi-Fi (Wireless Fidelity), para interconectar varios puestos de trabajo y disponer de acceso a Internet en todos ellos. Su comodidad es tal, que una red sin cable merece la pena aunque se cuente con un solo ordenador, ya que permite navegar por la web y gestionar el correo sin permanecer junto a la conexión telefónica.

Las piezas

Una red sin cable consta de dos elementos básicos: la estación base y un adaptador para cada uno de los terminales a conectar. La primera cumple dos funciones: la del concentrador (o hub) de una red convencional, al que se conectan todos los terminales --sólo que en este caso la conexión se realiza sin cables-- y la de puente con otras redes, como puede ser Internet. Por ello, la estación base cuenta con al menos una conexión Ethernet y un módem con su correspondiente toma telefónica. En cuanto a los adaptadores de red –uno por cada puesto de trabajo--, adoptan el formato adecuado a cada terminal, aunque lógicamente dominan las tarjetas PC Card para ordenadores portátiles.

La velocidad nominal de comunicación de las redes Wi-Fi actuales es de 11 megabits por segundo (Mbps), si bien se han presentado hace poco variantes que quintuplican dicha velocidad. No obstante, incluso los 11 Mbps básicos superan ampliamente el rendimiento de las conexiones a Internet más rápidas, incluidas las ADSL.

La comunicación entre la estación base y los puestos de trabajo se realiza en la banda de frecuencia de los 2,4 GHz, que corresponde a las microondas. Si bien éste puede ser un obstáculo para el uso doméstico de las redes sin cable, ya que la documentación de todos los productos menciona los populares hornos de microondas como posible fuente de interferencias, en mi caso dichas interferencias no se han manifestado, ni siquiera trabajando con el ordenador portátil sobre la mesa de la cocina mientras se calienta la cena. Puede que existan diferencias de apantallamiento entre distintos modelos de horno... Otro posible punto de interferencia podrá surgir con los dispositivos conformes al estándar Bluetooth, que opera en la misma banda de 2,4 GHz, aunque los respectivos consorcios de normalización aspiran a arbitrar una solución antes de que se generalice la implantación de ambos tipos de dispositivos.

Para comprobar las ventajas de las redes sin cable, he probado los productos de Apple y de Compaq, empezando con el paquete completo (estación base + tarjeta(s) inalámbrica(s)) que ofrece cada fabricante.

Apple fue la primera firma en ofrecer aplicaciones comerciales del estándar 802.11b. Por ello, su estación base AirPort (349 €), un singular objeto con aspecto de platillo volante de juguete, ha servido para introducir las redes sin cable en muchos hogares y empresas. A ello ha contribuido la visión de futuro que caracteriza a la firma, que viene dotando a sus ordenadores de zócalos y antenas internos para adaptadores de red sin cable, desde hace varios ciclos de producto. Basta con instalar la tarjeta Airport (119 €), conectar la antena interna prevista al efecto y ejecutar el software de instalación (en un Macintosh, naturalmente) para que el equipo detecte, en primer lugar, la tarjeta recién introducida, y en segundo lugar y a través de ella, la presencia de una o más estaciones base dentro de su radio de alcance. El proceso de instalación transfiere a la estación base la configuración de red vigente en la estación de trabajo, de modo que si el Macintosh disponía de acceso a Internet, una vez completado el proceso sigue disponiendo de él, pero a través de la estación Airport.

Por su parte, Compaq nos ha facilitado su tarjeta WL110 para ordenadores portátiles (180 €), y su estación base WL310 (416 €). La instalación y configuración de ambos elementos en un portátil con Windows 98 no presenta más dificultad que la de un adaptador de red convencional.

El radio de alcance (la cobertura, en la era del móvil) depende de los obstáculos que existan entre la estación base y el terminal. Ambos fabricantes especifican un alcance de unos 50 metros, suficiente para la mayoría de los hogares y oficinas. En mi caso, instalando la estación base en la planta baja, no he apreciado pérdida alguna de rendimiento en la planta superior, en el sótano ni en el exterior.

Comprobado el funcionamiento entre productos ‘hermanos’, me he enfrentado al reto de configurar una red mixta con estaciones Windows y Macintosh, empeño que ya no resulta trivial en las redes convencionales con cable. Para ello, he tratado de utilizar cada una de las estaciones base con la tarjeta del otro fabricante, con el fin de comprobar si se cumple la compatibilidad supuestamente certificada por la homologación Wi-Fi. Me complace comunicarles que lo he logrado en ambos casos, si bien, como suele ocurrir, la solución de Apple ha resultado muchísimo más fácil de instalar que la basada en Windows.

En realidad, lo más complicado ha sido lograr que los dos ordenadores (el iMac y el PC) accedieran a Internet a través de una misma estación base, compartiendo un único acceso ADSL. Ha sido preciso reconfigurar el router 3Com que facilita Telefónica en su kit ADSL autoinstalable, convirtiendo la conexión monopuesto original en multipuesto, y probar diferentes combinaciones entre los servidores DHCP del propio router y de la estación base.

Saludos