Del 'fast food' al 'speed food'
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¿Cómo evoluciona nuestra forma de comer? En “El Mundo” (15 de abril de 2002) aparece la nueva tendencia.
Del 'fast food' al 'speed food'
Las cadenas de comida rápida de EEUU compiten ahora por ofrecer más rapidez de servicio en sus restaurantes, incluso por debajo del minuto
Tres minutos, ocho segundos y cuatro décimas es demasiado tiempo de espera. Los americanos, que ya perdieron la paciencia en la mesa, la están perdiendo ahora al volante del coche, mientras les sirven la hamburguesa y las patatas fritas por la ventanilla. Hay que pisar aún más el acelerador, de modo que el encargo llegue a la boca hambrienta del automovilista en 59 segundos. Bienvenidos a la era del speed food.
Mc Donald's, Burguer King, Wendy y demás bólidos de la comida basura se han lanzado a una carrera desbocada por ver quién satisface en menos tiempo a los clientes. La calidad es lo de menos; la velocidad es lo que prima.
La tarta del fast food superó el año pasado los 129.000 millones de dólares en Estados Unidos, y la nueva fuente alimenticia es el speed food, servido en los drive thrus o McAutos a millones de americanos que viven con el culo pegado al asiento del coche.
«Nos estamos volviendo cada vez más perezosos», apunta Lee Morris, ex concejal del Ayuntamiento de Atlanta que intentó prohibir inútilmente la plaga. «La industria del automóvil se ha aliado con la de la comida rápida, y no hay nada que hacer. Somos cada vez más pocos los que reclamamos el derecho a caminar y a comer fuera del coche».
En Houston acaba de abrir la primera autopista del fast food, Good to Go, con capacidad para servir simultáneamente a 14 carriles de voraces coches.
Wendy, la cadena más veloz, cuenta con cronómetros apremiantes y alarmas que se disparan en cuanto sus empleados tardan en servir la comida una décima más del tiempo medio de espera (2 minutos, 14 segundos, siete décimas).
McDonald s no se ha querido quedar atrás y acaba de declarar la velocidad como objetivo número uno de la década. Varios especialistas de Disney están asesorando al personal sobre el arte de agilizar las colas. Y en Chicago se ha puesto en marcha un revolucionario experimento, el speedpass, diseñado para fijar un nuevo récord por debajo del minuto.
El speedpass es una especie de llave como las que se utilizan en algunas gasolineras para cargar directamente el importe a la tarjeta de crédito. De esa manera, el comensal al volante tiene acceso a carriles ultrarrápidos en los que no será necesario pasar por caja.
Hay otros inventos revolucionarios a la vuelta de la esquina. «Con sistemas de reconocimiento de voz y de reconocimento de los automóviles por láser, podremos ganar aún más tiempo», vaticina Bob Marshall, alto directivo de McDonald's, que ha incorporado ya el servicio directo al coche en el 90% de sus 13.000 restaurantes.
La última cadena en subirse a la carrera es Starbucks, el McDonald's del café, con sus primeros 250 drive thrus que incoporan cámaras de vídeo y otros avances tecnológicos para apremiar que no mejorar la maltrecha relación camarero-cliente.
Hábitos de vida
La obsesión por comer cada vez más rápido está afectando no sólo a la salud y a los estómagos, sino a los hábitos de vida, a las condiciones de trabajo y a la propia mentalidad de los americanos. Ese es el argumento que recorre el libro Fast Food, de Eric Schlosser, recién publicado en España (Grijalbo) después de provocar aplausos y arcadas al otro lado del Atlántico.
«La dieta de una nación puede ser más reveladora que el arte o la literatura», escribe Schlosser, más de dos años buceando en los intestinos de la comida basura. «El fast food ha sido una fuerza revolucionaria en América, y también una metáfora de los valores de la nación, exportados ahora a todo el mundo».
Schlosser invita a la gente a pensar en todo lo que hay detrás de la industria del fast food: del poder omnímodo de las corporaciones a la destrucción del medio ambiente, pasando por la explotación laboral, la adulteración de los alimentos o la comercialización abusiva de los niños.
Pero por encima de todo, Schlosser denuncia el mensaje de «uniformidad» que se esconde detrás del fast food y recuerda las palabras premonitorias de Ray Kroc, cofundador de McDonald's: «No podemos confiar en la gente que no es conformista... Los haremos conformistas, y lo haremos lo más rápido posible».
Saludos;)
